Esta es la segunda entrega sobre nuestro héroe, José Eugenio Macías, donde se narra su llegada a la casa paterna.
Estos son apartes de una investigación realizada y que quiero compartirles. El texto se tomo de La Estrella un diario del siglo pasado de la Ciudad de Panamá. Se transcribió literalmente con los giros y ortografía de ese momento. Por Joaquin Batís.
I. La Cruz vieja
II. El encuentro i el Hogar paterno
Entonces aquel intrépido guerrero educado en la escuela de Urdaneta, Girardot, D’Elhuyar, Velez, París, Ricaurte i otros prelaros caudillos en la pasada campaña de Venezuela de 1813, inspirado como ellos por el sacro fuego de la libertad resolvió conservar su existencia á todo trance. El peligro que le amenazaba era inminente; estaña en medio de un país cuajado de enemigos, y de un momento á otro podía ser aprehendido i fusilado sin fórmula de juicio. La gloriosa mutilación que acababa de sufrir, vertía un torrente de sangre; i por eso, al retirarse, envolvió cuidadosamente su mano en una pieza de su vestido para que ella, vertida por causa tan noble, no dejara rastro que pudiera denunciar á los satélites del tirano, la senda desconocida que lo debería conducir á lugar seguro. Adoptada tal precaución, emprendió su marcha para el cercano monte con esa serena confianza propia del verdadero valor.
Acostumbrado a las fatigas i peligros de la guerra, aguantó emboscado en la cercanías del pueblo á que pasase el primer tumulto i confusión en que ya estaba produciendo la escena anterior. Oyó, que en efecto, se le perseguía, en diferentes direcciones; mas al cabo de algunas horas, sintió que los perseguidores regresaban desesperanzados, i como ya era una hora avanzada en la noche, resolvió tomar el camino directo á Barranquilla aunque para ello tuviera que adoptar las peligrosas precauciones que exigían su estado de invalidez i de perseguido Insurjente. Por consiguiente; sus jornadas no podían ser sino de noche, ocultándose en el bosque á cada ruido que sentía, á fin de evitar una sorpresa del abundante espionaje del enemigo.
La noche era tenebrosa, circunstancia que favorecía su tránsito, pues el terror alejaba de los caminos públicos á todo viajero que no fueran grupos de soldados en vía para el Cuartel general de Palenquillo, donde Morillo se había establecido provisionalmente al principiar el memorable asedio. Con tales precauciones, el Héroe, debilitado por la pérdida de sangre, marcho el resto de la noche, no sin detenerse algunas veces para contener la abundante hemorragia de su reciente herida, y así le continuo hasta que el sol volvió á aparecer en el oriente.
El nuevo día de triste i peligrosa peregrinación transcurría sin otra novedad que la de la inflamación i fiebre que ya principiaba á desarrollarse por efecto de su dolencia cuando sintió ruido por el bosque, como de personas que se acercaban; pusose en observación i pudo distinguir un grupo de Indias que cargadas de sus inocentes hijos lloraban por sus esposos i deudos muertos entre las llamas del heroico pueblo de Malambo que había osado resistir el tránsito del monstruo Morales, pocos días antes. Aquellas infelices, sin hogar, condenadas á la dispersión por los verdugos de su raza hacía mas de tres centurias, buscaban como Macias un asilo seguro, dónde escapar de su tradicional ferocidad.