De estas columnas que erige Hugo Gonzales en el periódico de la ciudad solo tome media, la que infiere directamente con la ciudad de Barranquilla.
¿Curramba, la peligrosa?
Entre amigos y familiares se comenta que la presencia de ese espíritu pacífico, cívico y jovial característico de los habitantes de Barranquilla ha ido desapareciendo en los últimos decenios.
Al barranquillero se le conocía desde hace mucho tiempo como un ser con una propensión a bromear, que buscaba siempre una oportunidad para reír, para celebrar la vida. Esencialmente urbano, de mente abierta. Al forastero rural le exigía una rápida adaptación a la vida de la ciudad, rechazaba ‘la corronchería’, entendida como poca familiaridad con los usos y costumbres de la cortesía ciudadana. Demandaba libertad de expresión para sus sentimientos, el Carnaval era su renovado entrenamiento libertario. Buscaba en el afamado el defecto que lo desinflara, que lo igualara a la masa. Le gustaba vestir elegante y mantener el sabor, el ‘swing’, al caminar. Se percibía como un auténtico caribeño. Era un excelente bailador salsero. Admiró a ‘Maelo’, a Daniel Santos, a Héctor Lavoe. Miraba a la solemnidad con sospecha, la asimilaba a una terrible amenaza de aburrimiento. Valoraba y respetaba a la ética ciudadana, al ‘buena gente’, al decente, al cívico. Solidario en la tragedia. No olvidó en ‘el yunque martillar’. En otras palabras, se sabía que los barranquilleros y las barranquilleras se esmeraban por seguir cultivando su bacanería original, un estilo de vida que mantiene en alto la autoestima colectiva, acrecienta el optimismo y la confianza mutua, se burla irreverente del infortunio.
Parece ser que de esa visión idealizada del barranquillero se está desdibujando. La inseguridad, el desempleo, la migración de los desplazados, la pobreza, la falta de educación en valores ciudadanos, el poco rechazo a la corrupción, etc. han creado a otro ciudadano. Este nuevo habitante de la ciudad, afortunadamente aun no mayoritario, ha asumido la agresividad, la violencia, la descortesía, la patanería como su forma habitual de trato. También recientes estudios de salud pública nos indican que han aumentado los trastornos mentales como la depresión. Los ciudadanos ya no son tan alegres. El Carnaval ya no es suficiente para aplacar la tristeza, para esconder el desengaño y la falta de perspectivas. La popularidad de canciones de despecho o que exaltan la violencia entre los jóvenes es otro síntoma de que algo anda mal en la colectividad.
Frente a esto los ciudadanos tienen la opción de pensar, de preguntarse: ¿cómo superar la actual situación? ¿Cómo la Administración Distrital, los gremios económicos, las universidades, los sindicatos, las asociaciones cívicas, entre todos, pueden generar un plan de salvamento moral y económico de la ciudad? ¿Cómo fomentar la cultura ciudadana y las facilidades para que nuevas empresas se radiquen en la ciudad? Que los candidatos nos digan: ¿cómo es que piensan solucionar los graves problemas de la ciudad? Ojalá que la ciudadanía esté más alerta. Que rechace a la demagogia y a la politiquería.
No dejemos que ‘Curramba, la bella’ se convierta en ‘Curramba, la peligrosa’. Habríamos de recordar que la política es la mejor manera de hacer cultura y la cultura es la mejor manera de hacer política.
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¿’Curramba, la peligrosa’?, y una Asamblea Nacional Constituyente
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