Ya es bueno que empecemos a llamar las cosas por su nombre. Cómo Fidias Escalona, la música del Caribe, toda del Caribe, por mucho que la toquen los escandinavos y los japoneses, sigue siendo del Caribe. El latinismo se lo inventaron las élites francesas y al sur del Río Bravo en en el silgo XVIII como una reacción al pragmatismo sajón. Lo más curioso es que los "latinos"; resultaron más latinistas que el papa, el más latino de todos, Laureano Gómez y sus hijos y su círculo social, parnasiano, despreciaban con odio feroz, "la música costeña", la cual no merecía ser llamada música colombiana.
Hubo protestas en la libertina Francia de comienzos del siglo XX, cuando Stravinski incluyó en sus toques arpegios de la música que ahora nosotros aceptamos que nos latinicen. Ya está bueno y llegó el momento de reclamar para nuestra música el estatus Caribe, el estatus andino, pero por favor, eso de latino, hay que recogerlo: la emancipación comienza por la cabeza, por lo ideológico y la música debe ser ese primer lugar. Esa es una música eminentemente afrocaribe, afrodescendiente y si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie. Cuando nuestras cosas despegan, enseguida le ponen la etiqueta para que sea aceptada por sus detractores obligados y en su momento obligado: por allí vi con respecto a la champeta dizque "succus latino". Acaso un champetúo conoce el latio, qué es eso. Tenemos que ser capaces de sobrevivir nuestras cosas con nuestras etiquetas.
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