Barranquillero como el que más. De esos que sobreviven en barrios permeados por la violencia dura, esa que se respira en el ambiente y ellos, como las aves del poema, incólumes. De esa estirpe es Mingo . El cantador de la Danza del Torito, esa serpiente de colores formada por congos enmarcornados, jartos de gordo lobo, amanecidos, resollando orgullo por cada uno de sus poros y manteniendo en alto todo el legado de sus antepasados.
Mingo pertenece a esa extraña raza de barranquilleros nacidos en otras tierras. Pocos tienen ese privilegio. Pero eso si, se lo echo a cualquier de esos estereotipados, esos de postales de mostrar. Mingo les gana a todos.
Solo dale un motivo y lo veras saltar al ruedo cantando sus toritos, esos versos con que la danza gira, revolotea, grita y suda.
Yo no vine me llamaron
Así empieza uno de sus más famosos toritos. Esos cantos, que le salen del alma, que matizan su orgullo de haber sido aceptado en tierra extraña y pertenecer a una de las danzas más antiguas del mundo.
Hoy esta delicado de salud. El corazón le jugó una mala pasada pero él no se deja vencer.
Lo oye palpitar y lo regaña porque no le lleva el son de su son. Ojalá pronto se recupere y lo podamos ver comandando una nueva batalla de flores, animando sus huestes, siguiendo las ordenes de Alfonso, contando los pasos para llegar al sancocho que lo espera. Animo Mingo!!
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