Compartimos por considerarla de interés esta columna escrita por Lola Salcedo y publicada en el periódico El Heraldo
Barranquilla, solo un Sitio de Libres. El gobierno Santos, en pleno, coquetea y ensalza a La Puerta de Oro y acá vinieron a celebrar el Bicentenario trayendo como regalazo un monumental arco de bienvenida que será construido en la entrada por la Autopista al Mar. No voy a referirme al diseño ni al costo: ambos de mal gusto, en una urbe desbordada por la corrupción, el empleo informal ‘formalizado’, la inseguridad, lo light y la chabacanería como formas sociales de relacionarnos.
De las primeras tres categorías no necesito decir nada, porque están ampliamente documentadas por los medios tradicionales y los electrónicos, apuntalados en informes oficiales, cuando no lamentos de los funcionarios encargados y los políticos en campaña: ya sea porque arañan apenas la contratocracia o no huelen la gobernabilidad (reparto de puestos y gabelas). Las dos últimas, lo light como estilo de vida y la chabacanería como modo currambero, merecen una reflexión, con la ilusión de que tan siquiera una persona, reprograme su chip interior para no seguir cayendo en la bajeza, la plebedad y lo escatológico.
Lo ligero (light en inglés) como su nombre lo indica y lo define la RAE es actuar con levedad, prisa, y sin reflexión. ¿Hay acaso una mejor descripción de lo que somos como ciudadanía? Por eso aplaudimos a rabiar un banderón costoso que ha sido cambiado 14 veces, porque el viento hace lo suyo recordándonos que nada permanece; celebraciones bullangueras pasadas por alcohol pero con significado ‘patrio’; nos enorgullecemos de ser La Casa de la Selección aunque para ello exoneren de impuestos a quienes se echan la plata al bolsillo y convencidos estamos del florecimiento de la ciudad como eslogan sin fondo ni significación distinta a que nuestros árboles florecen; somos la Capital de la Cultura Iberoamericana (¿Cuánto costó?), donde no se respetan las mínimas normas de decencia y convivencia pacífica en un ‘da que te vienen dando’.
Es posible que esté envejeciendo, lo que no sería extraño dado que hace dos años fui declarada miembro de la Tercera Edad, o sea, los que teniendo todo para aportar e impulsar el desarrollo económico, político y social de la ciudad somos desaprovechados, ignorados, desechados. Pero lo cierto es que la plebedad campea por sus laureles a través de la música, la radio, la televisión y se hizo marco lógico de nuestras relaciones con la urbe y con los conciudadanos. Todos rompemos las normas mínimas de civilidad, insultamos como respuesta a la menor contravención de nuestros deseos, ensuciamos el espacio público y destrozamos su amoblamiento y aplaudimos rabiosamente a quienes en sus chistes y comentarios son sexistas, intolerantes, abusivos.
Hemos declarado a Barranquilla el mejor vividero del mundo, que solo significa que es habitable, pero la connotación es que aquí cada uno puede hacer lo que le dé la gana en su beneficio y que si trae billete, se instala y es rodeado amorosamente sin preguntar su procedencia. Nos decimos ciudad, pero en realidad seguimos siendo ‘sitio de libres’ aglutinados por el dinero y el libertinaje.
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