Columna escita por HORACIO BRIEVA y publicada por el períodico EL HERALDO.
Barranquilla se tornó compleja y, para salir de su actual laberinto, requiere de un apropiado modelo de gobernabilidad. Esto, que es fundamental para el desarrollo, no ha sido posible desde que empezamos a elegir a los alcaldes. No le han parado ni cinco de bolas al tema. Claro que los estragos profundos de la pobreza, de la desaceleración económica y del desgreño institucional, fueron evidentes en la ciudad desde la época en que los alcaldes eran escogidos a dedo por el Gobernador de turno.
En la era de esta elección popular, no puede negarse que se han venido dando en Barranquilla avances indudables en la prestación de los servicios públicos, acompañados, eso sí, de sobrecargas en la economía popular por las altas tarifas. Simultáneamente, las finanzas del Distrito colapsaron, la corrupción se incrementó, la salud y la educación profundizaron su debacle, el espacio público se evaporó tomado por la informalidad, la subnormalidad urbana sigue casi intacta, el mototaxismo con toda su complejidad emergió como fenómeno y, para completar, factores como la guerra interna y el narcotráfico dispararon en la ciudad las estadísticas de desplazados, de desmovilizados paramilitares y de criminalidad.
El reverso positivo de esta aterradora realidad son las señales de recuperación de la economía local, especialmente de la construcción y de ciertos renglones exportadores, sin que ello alcance a superar la tragedia del desempleo y el subempleo.
El diagnóstico podría ser aún más crudo. Porque cada día crece la desesperanzadora certeza de que los problemas de Barranquilla se agigantaron y desbordaron a las instituciones. Una devastadora manifestación de ello es esta especie de ‘epidemia de la muerte’ que se tomó toda la geografía distrital y metropolitana y que nos está conduciendo a creer que morir aquí de muerte natural es un privilegio. Sobre la marcha porque no planifica, y con la ayuda del Gobierno Nacional y Departamental, Hoenigsberg intenta frenar esta ‘epidemia’ con una mezcla de acción policiva y militar en las zonas más complicadas, acción que para ser efectiva tendría que ir de la mano de una labor de inteligencia, capaz de desvertebrar las audaces e implacables redes del crimen.
Este desplome de la ciudad está exigiendo la valerosa actuación de una dirigencia con un conocimiento preciso de los problemas locales y una voluntad mayúscula para encararlos y resolverlos. Es urgente una propuesta dotada de un armonioso cuerpo de soluciones concretas para enfrentar con éxito la crisis local. Tal propuesta debería surgir de una convergencia que coloque a Barranquilla por encima de todo y que, naturalmente, coincida en el propósito de poner en práctica un estilo político que marque una radical diferencia con el que ha venido imperando en la conducción de la ciudad.
Convendría, en ese orden de ideas, que esta vez la coyuntura electoral de 2007 encendiera un gran debate programático y que éste vinculara activamente a la ciudadanía para estimular su democrática participación política. Sería vergonzoso que siguiéramos eligiendo alcaldes de 100.000 votos en una ciudad con un potencial de unos 830.000 electores. Alcaldes con tan precario respaldo en las urnas terminan secuestrados, como lo hemos podido comprobar, por un pequeño círculo de políticos clientelistas y empresarios usufructuarios de las concesiones y los contratos distritales.
Pienso, por esta razón, que el próximo alcalde de Barranquilla debe disponer de un amplio y sólido piso de legitimidad y gobernar sin ataduras politiqueras, pero eso implica que tendrá que ganar ese cargo con el apoyo decidido y entusiasta de por lo menos unos 300.000 electores, hecho político que sí expresaría un claro y contundente mandato popular. Sería una extraordinaria revolución que sepultaría a todos los politiqueros juntos de una vez y para siempre.
Por otra parte, la importancia del proceso electoral de 2007 exige el incremento radical de las veedurías de la sociedad civil para que haya la mayor transparencia desde la zonificación hasta la etapa final de los escrutinios. Varias ONG’s van a confeccionar un plan en esa dirección. Una decidida intervención de la sociedad civil - con el apoyo de los partidos políticos comprometidos con las buenas prácticas electorales y de las autoridades - debe apuntar a facilitarle una mayor fluidez al voto libre, tanto para la elección del alcalde como de los próximos concejales.
La construcción de gobernabilidad es clave para el desarrollo de la ciudad, pues entre gobernabilidad y competitividad hay una coherente ligazón, como lo han venido subrayando con lúcida persistencia los mejores expertos de las más prestigiosas instituciones internacionales. La implantación de un moderno modelo de gobernabilidad en Barranquilla depende de que se abra paso un nuevo proceso de cambio. Y para ello tendría que irrumpir sin temores reverenciales un osado grupo de líderes políticos renovadores y también producirse una masiva y aplastante reacción ciudadana que opte por un cambio radical en la forma de gobernar la ciudad.
El Gran reto de Barranquilla
Publicado por Aretino | septiembre 09, 2006 Sección: Ciudades 09 septiembre 2006
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