Bueno y vuelvo a compartir lecturas, esta vez la columna La cosa barranquillera escrita por Haroldo Martínez sicólogo barranquillero.
No es lo mismo decir “sí, manito; no, manito” que “sí, marica; no, marica”. La primera expresión viene de ‘hermanito’, como sinónimo de una persona que se considera cercana a los afectos familiares o culturales. La segunda es una evolución de la primera, en la cual se ha sustituido la expresión familiar por una que socialmente se considera peyorativa y que ahora es sinónimo de amistad.
Este proceso evolutivo lingüístico es una buena metáfora para la metamorfosis que ha sufrido la barranquilleridad, ese fenómeno cultural que caracterizaba y distinguió a esta ciudad por mucho tiempo pero que ha ido diluyéndose hasta transformarse en un híbrido polimorfo del que nadie da una definición precisa. La consecuencia es la distorsión actual de la cosa barranquillera.
Cuando llegué a esta ciudad a mediados de los 70 se decía “sí manito”, “sí manita”, porque eso traducía el estado de ánimo natural con que se trataban las personas familiar y socialmente. El otro, raizal o visitante, era aceptado porque sí y, además, se les ofrecían muestras claras de fraternidad. Y cuando se volvían a ver, dejaban el usted y ya eran “manitos”, hermanos que estaban para ayudarse y tal. Era el espíritu de esos tiempos, que creaba un ambiente acogedor, socialmente encoñador, que te reclamaba cuando no estabas. Lo que a mí me sedujo para quedarme fue el comportamiento social de los barranquilleros, una mezcla equilibrada de respeto, buenas maneras, lenguaje amable y un vacile firme en el que nadie salía ofendido. La consecuencia era una atmósfera social en la que todos estábamos a lo bien y, por tanto, cada uno contribuía a mantenerla. Esa era la cosa barranquillera, la barranquilleridad, un estado de ánimo amable que predominaba en la ciudad creado por sus habitantes independientemente del estrato económico o social.
La única forma de contrarrestar la distorsión de los conceptos sobre lo quillero es retomar aquellos parámetros sociales, no de manera nostálgica, sino como el rescate y reactivación de unos valores que son una fortaleza cultural, unos memes que tenemos en la memoria colectiva que nos deben servir de herramienta social real, concreta, práctica, para mejorar el estado de cosas. Implica un esfuerzo individual y colectivo. Debo decir una cosa fuerte.
El peor defecto que tenemos todos en esta ciudad es que nos hemos vuelto unos comodones que pretendemos tener siempre la razón o echarle la culpa al otro, nadie quiere asumir su responsabilidad social. De tal manera que si pretendemos vivir en una ciudad bacana, aquella en la que predomina el respeto, el don de gentes, la elegancia en el trato, el lenguaje verbal y gestual pacifista, tenemos que construirla entre todos, empezando en el núcleo familiar y proyectándose a la escuela, el trabajo, la sociedad. Es la única alternativa para dejarles a nuestros hijos una ciudad vivible. Todos somos responsables de todos, tenemos que cuidarnos entre todos. Un grupo social sólido alrededor de unos principios es capaz de sobreponerse a una coyuntura cultural e imponer los valores que le garantizan el bienestar social.
Manitos y manitas, se acercan las carnestolendas, una oportunidad magnífica para demostrar que el vacile firme de la barranquilleridad es capaz de garantizar unas fiestas en paz.
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1 Comentarios:
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