El hedor me hizo levantar. Camine somnoliento hasta la puerta de entrada y allí encontré doblado pulcramente nuestro miedo, nuestras rabias, nuestra impotencia, nuestra indiferencia y de la oficialidad; su inoperancia y solapada complicidad.
Hoy abrí la realidad y todos los cadáveres que necesitan todas las misas se abalanzaron contra mí reclamándome. Porque estaban seguros que cuando vinieran me hallarían bajo la cama temblando ante los huesos de mis hermanos.
Hoy leí el tiempo.
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Y entonces?... nos quedamos escondidos debajo de la cama?
Eso es lo que cada uno debe cuestionarse. Ojala muy pronto podamos salir de alli.
Pero como están las vainas, sobreviviendo en este limbo, donde no sabemos por quien tomar partido el día que salgamos debemos salir en manada, todos a una.
Porque a veces ni levantar la voz es valido pues las rafagas de las armas de los otros no las dejaran oir.
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