La Aldea de que nos hablaban hallo su definición exacta en el proceso mundial de globalización. Hacer del mundo una sola vitrina, de moda, de música, de cine, en fin. Una inmensa babel donde todos visten igual para marcar diferencias, comen lo mismo para estar en línea y sufren las mismas enfermedades de moda. Y es en este proceso cuando nuestras las ciudades comenzaron a perder su identidad, sin planificación crecieron por modas, por caprichos de clases, generando diversos centros. Se volvieron policéntricas.
Desdeñamos el espacio primigenio para ser más cosmopolitas, para diferenciarnos; luego, las nuevas generaciones llegaron y crearon sus centros. En este proceso se desdibujaron las fronteras; lo residencial se redujo y permeó por lo comercial que se amplió generando de paso espacios de miedo por la soledad en que quedan estos cuando las temporadas se agotan o hay migración a nuevos centros.
Hoy la moda es volver al centro, a la génesis; Vemos como cuadrillas de obreros intentan maquillar el deterioro para que nos embauquen con el pretexto de la nostalgia, (No hay marketing más efectivo que esta) y terminemos comprando un pedazo de ciudad desdibujada, maquillada, rememorada en tardes de te pero no vivida, no imaginada.
Preguntémonos ¿para qué reconstruir un centro si podemos preservar otros espacios mas populares y llenos de vitalidad?
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