Hoy, ‘remodelado’, fue convertido en locación, en centro comercial y restaurante.
Cada vez que criticamos esta ciudad lo hacemos desde una ‘polis’ soñada por el ágora. Una ciudad que es cosmos, orden, y no caos, hijo mítico del egoísmo.
Pero para eso tenemos que cultivar varias disciplinas ciudadanas que no estamos habituados a ejercer. La primera de ellas es la imaginación histórica, que nos puede llevar a descubrir, por ejemplo que la ciudad nunca fue lo que dicen que fue, que el pasado es un invento y, como tal, puede volver a inventarse. Hay que contar, y contarnos, una historia no oficial. Verbigracia, la de los no pocos grupos anarquistas que había en Barranquilla a comienzos del siglo XX, y otra vez la leyenda de la revista Voces, o la de los seis diarios que existían simultáneos en 1915, hace exactamente cien años de ineptitud, egoísmo, mezquindad y falta de grandeza. La segunda, es la sensibilidad. Sentirse uno mismo, sentir al otro, a todos los otros sentires, sentir el entorno donde el cielo se enferma de smog, cemento y vanidad provinciana biselada con vidrios azules. Si no sientes, de nada te sirven los discursos más sesudos sobre desarrollo urbano.
Onanismo verbal.
Tomado de En busca del ágora perdida / Por Diego Marín Contreras
0 Comentarios:
Publicar un comentario