Baches en Carnaval

01 marzo 2006

Una cosa son los baches generados por, léase bien, el lucimiento de las comparsas, danzas y disfraces y otro muy diferente el generado por la desorganización, desgaste de los encargados o armados con el fácil estribillo de que la fuerza publica fue insuficiente para controlar al publico.

Por mas fuerza publica involucremos en nuestra fiesta no se evitara la impaciencia del publico del bordillo, del que esta desde las 08:00 am a pleno sol gozando, de los niños fastidiados por el desespero, por la demora en iniciarse los desfiles, por los baches porque la carroza se espicho, le falto gasolina o simplemente no estaba terminada, por la no presencia de algún personaje que demoro su llegada al palco o simplemente por esa siesta bucólica a la que nos han acostumbrados quienes se nutren de este ágape de auxilios y prebendas en nuestro vívidero, el mejor del mundo dicen.

Seguimos buscando explicaciones a las consecuencias y no lo intentamos desde las causas.

Es cierto que a la organización de los actos, desfiles y movidas oficiales de nuestro Carnaval le falta todavía mucho para ser un reloj sincronizado, entre otras cosas porque las personas que trabajan en ello no son empleados de tiempo completo durante todo el año sino una fuerza laboral de tiempo parcial que en tres o cuatro meses logra hacer y montar espectáculos, concursos, desfiles y mil asuntitos más como expedir miles de credenciales, por ejemplo. Y no voy a contar anécdotas espantosas que siempre protagoniza algún empleado público o concejal presionando de manera inelegante la obtención de cientos de credenciales para que sus electores o los de su patroncito se ubiquen en sitios privilegiados.
Este equipo de aguerridos y pacientes trabajadores donde la mayoría femenina es notoria a su vez entrena a las huestes de ‘grupos de apoyo’: cientos de jóvenes que por una vez se vinculan y tienen que lidiar, en mitad de la calle, con el público, los uniformados y los danzantes. Y no logran evitar que se hagan baches, y siempre los habrá porque cada danza, cumbia y comparsa que participa en un desfile quiere, por sobre todas las cosas, lucirse y bailarle a cada palco y luego en cada cuadra.
Así de sencillo: los carnavaleros no nos disfrazamos y ensayamos una coreografía para salir a caminar en fila india o haciendo alguna culebrita: no, lo hacemos para agradar al público mientras nos divertimos y para que quede contento se le tiene que bailar. No hay otra forma. De manera que los baches seguirán y hay que tomarlos con frescura como beneficio de inventario porque de otra forma asistirían a un frío desfile agringado, como el famoso ‘Rose Parade’ en California donde todo transcurre sin baches pero es desangelado en su tesitura.
Acá la guachafita impide esa perfección: y Dios nos libre de perderla, porque entonces sí que habrá desaparecido la esencia misma del Carnaval, ya bastante apagada con la ausencia de bailes de vecindario, gente disfrazada, comedias y letanías visitando las casas o las muñequeras proverbiales cuando se encontraban dos danzas ‘enemigas’. Y es entonces cuando me pregunto ¿Ajá, niña, y la seguridad democrática que tanto embelesa a los desmemoriados reeleccionista, para qué carajo sirve, si no se puede cerrar una calle por mandato del dios Momo y montar uno su propia fiesta? Piénsenlo porque las elecciones de marzo están encima y hay que llevar al Congreso a la oposición: del color que sea.


Via: EL HERALDO

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